jueves, 22 de junio de 2017

ANDRÉS ÁLVAREZ [20.223]


ANDRÉS ÁLVAREZ 

Andrés Álvarez nació en 1991. Poeta, abogado y profesor universitario, nacido en El Carmen de Viboral (Antioquia, Colombia). Es cofundador de la revista cultural Opinión a la Plaza y hace parte del Grupo Literario Savia desde hace diez años. Sus poemas están reunidos en dos obras inéditas: Ese olor de árboles muertos y La mujer de Job. Varios de sus cuentos y artículos de fondo se han publicados en medios como El Espectador, el periódico del Festival Internacional de Teatro de Manizales, el periódico del Festival Internacional de Teatro El Gesto Noble y Opinión a la Plaza.  En 2016 hizo parte del evento Nuevas Voces, del Festival Internacional de Poesía de Medellín.





De: Ese olor de árboles muertos


Ese olor de árboles muertos

Ese olor de árboles muertos 
vino con la medianoche:
eras tú y el anuncio de tu estancia
en este lado del río. 
Eras tú y la noticia de la guerra,
navegando un camposanto turbio
y sin flores.
Otros cuerpos llegaron a la ramada
y todos se quedaron sin nombre.
Decíamos,
hombre de treinta y cuatro años
–cuatro balas en el abdomen–
saluda el sol con las manos.
Decíamos,
una mano, sola la mano
aguarda un dueño en esa piedra. 
Rigor mortis:
río Magdalena.
Ese olor de arboles muertos
vino con la medianoche:
eras tú y la caída de tu infancia
pidiéndonos flores.
Pero aquí tampoco hay flores.





Guerra

Alguien hablaría de la casa vacía
o del alero inclinado
al paso rasante de las bombas,
pero unos tienen los ojos llenos de tierra,
otros tienen la boca seca 
por acunar camadas de polvo,
y nadie sabe la lengua extranjera. 
Alguien contaría la noticia
                del país deshecho
para recibir los dones de la hospitalidad,
si el anfitrión no fuera su verdugo.
Alguien diría algo más
pero sus palabras serían las palabras
de una boca muerta.





Apología II

Perdóneme, muchacha,
pero quiero regalarle abismos:
no lo demás.
Abismos como la sucesión cromática
del cielo.
Los ojos imantados
               –en los astros–
                             derivan las intermitencias.
No las pasiones contenidas.
No la madurez que presumen
entendimientos que no han dado fruto.
Muchacha,
todo arraigo está en los abismos:
no en lo demás.





A una niña recatada

Sobre algún error
se habrán fundado sus geometrías:
es santa
y no le alcanzan las piernas
para disimular su sexo,
es santa entre el rozamiento
que convierte a las niñas en aurigas. 
En este cuerpo fértil
algo ya gotea,
en este
          cuerpo
                   fértil,
como los aguaceros de marzo.

Günter Grass para motociclistas


Bajo el rojo incendio del ocaso,
el insensato
buscando arándanos en motocicleta.
Su cuerpo pesaría sobre el pavimento.
Pero la muerte tiene
la levedad de los pájaros.





Poema del enemigo

I.

Mi único enemigo se ha muerto
y yo me quedé solo
en lo de la dialéctica:
la violencia no es partera de la historia;
no hay insurgencia,
no hay contrainsurgencia,
no hay contrainteligencia 
si está muerto mi enemigo.
Mi único enemigo muerto
y yo solo, solo
en lo de la dialéctica.


II.

Un día me dijo pequeñoburgués
porque confundí la nada
con el ser, al ser con el ente,
al ser con una mujer 
hermosa y fútil
y dialéctica, dialéctica
a quien quería mi enemigo.
Mi único enemigo,
el muerto,
con quien disputaba una mujer.


III.

Érase una mujer
ávida, ambigua y habladora,
ávida de novedad,
irremediablemente habladora:
ese escándalo,
ese escándalo dialéctico,
dialógico, pragmático,
y mi pobre enemigo muerto,
y mi pobre enemigo muerto,
sin disputarme esta mujer.







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